Nadie conoce a K.
Me desperté por la noche con la boca seca. Me levanté y me dirigí a la cocina para beber un poco de agua, pero en la oscuridad debí confundirme de puerta porque de pronto me encontré en la habitación de los niños. Sin encender la luz, sigilosamente, volví hacia atrás, pero en lugar de la puerta encontré unas escaleras, subí dos pisos y me encontré en otra habitación. Vacía, sin puertas ni ventanas. Entonces volví a bajar por la escalera, que se había vuelto flexible y circular (una escalera de las que llamamos “de caracol") di vueltas y vueltas hasta que un buen rato después llegué abajo, y allí estaba por fin la puerta de mi habitación. Pero había un guardia de seguridad que no me dejaba entrar.
- Es mi habitación. - le dije - Tengo que entrar.
Pero él no respondía. Se mantenía firme, bloqueando la puerta. Esperé un rato. Intenté colarme pero el cabrón era como una mole y ocupaba todo el espacio de la puerta. Era imposible entrar. Decidí llamar a la policía, pero al buscar el teléfono encontré otra habitación vacía, hexagonal, con seis puertas iguales, elegí una y entré. Encontré otra habitación hexagonal, pero ahora con seis ventanas. Elegí una, la atravesé y me encontré en una pequeña ciudad con una pequeña plaza en el centro, también hexagonal, por supuesto. Tenía una luminosidad extraña. Suave, crepuscular… Hermosa, pero tal vez algo triste.
Allí había una persona. Era un hombre muy muy viejo. O muy muy joven. No sé. Tenía tantas pero tantas arrugas en la cara que parecía no tener ninguna. De pronto, no pregunteis porque, pero lo reconocí. Era Franz Kafka.
- Creo que estoy perdido – le dije.
Y entonces me miró y sin abrir la boca dijo:
- ¿Y quién no?
- Es mi habitación. - le dije - Tengo que entrar.
Pero él no respondía. Se mantenía firme, bloqueando la puerta. Esperé un rato. Intenté colarme pero el cabrón era como una mole y ocupaba todo el espacio de la puerta. Era imposible entrar. Decidí llamar a la policía, pero al buscar el teléfono encontré otra habitación vacía, hexagonal, con seis puertas iguales, elegí una y entré. Encontré otra habitación hexagonal, pero ahora con seis ventanas. Elegí una, la atravesé y me encontré en una pequeña ciudad con una pequeña plaza en el centro, también hexagonal, por supuesto. Tenía una luminosidad extraña. Suave, crepuscular… Hermosa, pero tal vez algo triste.
Allí había una persona. Era un hombre muy muy viejo. O muy muy joven. No sé. Tenía tantas pero tantas arrugas en la cara que parecía no tener ninguna. De pronto, no pregunteis porque, pero lo reconocí. Era Franz Kafka.
- Creo que estoy perdido – le dije.
Y entonces me miró y sin abrir la boca dijo:
- ¿Y quién no?
21 comentarios
son -
divine -
Awake -
la sombrilla insolada -
Brillante.
nadie -
maray -
carlos -
cámbiate al coliflor.
*
nadie -
Verá que dientes mas grandes teeeeeeeeengo.
aberron -
nadie -
Me has dejado preocupado. A ver si al final voy a ser un personaje de una novela de Vilas Matas. Ya puestos preferiría una de Millás. No sé. Y suponiendo que tenga esa enfermedad... ¿A donde debería ir? ¿A un hospital o a una biblioteca?
aberron -
Pregunten a Vila Matas - por cierto, nadie, en su libro el portagonista sufre las visitas imaginarias de Kafka, Walser, Dickens...
Insisto: hágaselo mirar antes de que le pase lo que a mí.
kaperuzita -
kaperuzita -
Estoy perdida, encuéntreme
Julián -
Anónimo -
Ah y me han sorprendido gratamente los conocimientos de francés de Nuala.
monica -
Borjo -
:D
Nuala -
Nuala -
Aun así sigo sin saber para qué necesita un castillo a un agrimensor.
nadie -
aberron -