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Historietas de verano (nº 3)

Historietas de verano (nº 3) .

La vida real de princesa real no era en realidad lo que esperaba Cenicienta.
Si. Vivía en un palacio. Si. Y tenía su propia limusina. Si. Y su avión privado. Si. Y sus sábanas perfumadas y bordadas con hilos de oro. Si. Pero... las fiestas del palacio eran muy aburridas. No hacía más que saludar y sonreír y saludar y sonreír y saludar y sonreír... En todos los idiomas. Y si salía un milímetro del protocolo los flashes de los paparazzis la dejaban ciega.
¡Pobre Cenicienta!
Y no la dejaban elegir su ropa, ni lo que quería comer, ni donde quería pasar sus vacaciones. En cambio sus hermanastras... hacían lo que querían, cuando querían y con quien querían. Cambiaban de amantes como de braguitas ¡Y nadie les pedía explicaciones!
- ¡Que desgraciadita soy! - lloraba Cenicienta - ¡Bua! ¡¡Buuuuuaaaaaaaaaaaaaa!! ¡Estoy super-sola!
Y en ese momento ¡Pliiiiiinnn! Apareció el Hada Madrina vestidita con un trajecito semitransparente de seda y plumas diseñado por Versace (un poco atrevido tal vez, pero es que el Hada era así).
- ¿Que te pasa, Cenicientita, cariño?
- ¡Que estoy super-aburrida y bla bla bla y me siento fataaaal y bla bla y me quiero morir!
- De eso nada monada. Tu te vienes conmigo que yo te voy a curar la depre a base de Master Card Platinun Plus.
Y allí fueron. Y pasaron por todas las tiendas más caras y más exclusivas y más super-ideales del reino. Y Cenicienta regaló su trajecito gris a una ONG y se compró unos vaqueros super-guays bordados con hilos de plata fina y se compró también un escote y de paso se puso pechos nuevos y se hizo un tatuaje que molaba mogollón y se cortó el pelo, no, mejor se lo dejó largo, no, al final si se lo cortó y entonces cogió su nuevo Mini descapotable y fue y se presentó en una fiesta muy privada y muy chic que daba el hijo de un Jeque árabe.
Y allí Keanu Reaves (que digan lo que digan no es gay) y David Beckham (que digan lo que digan tampoco) se dan de hostias para invitarla a bailar. Y va y gana Beckham (porque era el que tenía más guardaespaldas) y juntitos bailaron, la princesa y él, como demonios lascivos y todas las mujeres de la fiesta se estaban muriendo de celos y envidia... cuando de repente...
Sonaron las 12 campanadas.
Pues si.
Y nuestra amiga tuvo que salir corriendo como alma que lleva el diablo, porque a esa hora justo le vencía el ticket del parking y la tonta del Hada Madrina no le había dejado nada de dinero en efectivo.
Y corrió y corrió y corrió... Y en su loca carrera Cenicienta una chancla perdió.
Y va David Beckham y recoge el divino calzado y... llora. Si. Porque un hombre kilométrico sexual puede (y debe) llorar.
Y obsesionado recorre con la santa chancla medio mundo civilizado. New York, París, Milan, Amsterdam, Tokio, Santiago de Chile, Bangladesh... Las tiendas más caras primero, después los centros comerciales y los mercadillos...
Hasta que por fin encontró otro par idéntico en la Planta Joven de unos Grandes Almacenes de Madrid (Spain).
Y encima eran justo justo de su número. ¡Que suerte!
Es que eran unas chanclas super-super-divinas.

6 comentarios

son -

pero te has dejado algo importante... de qué marca eran las chanclas¿! yo quiero unas idénticas!

PJ -

Un cuento de pura literatura posmoderna metrosexual. ¡Enhorabuena!

monica -

ya, pero lo importante: ¿al final las chanclas y él vivieron felices y comieron perdices? ¿o las dejó por Florentino Pérez?

nadie -

Posh estaba en otra fiesta, en N.Y.

(v) i r e t a -

lo tuyo va de zapatos ultimamente....!!

Nuala -

Qué bien. Un final feliz.

Aunque no sé si Posh Spice pensaría lo mismo.