Hace un par de semanas, tomando un café con mi amiga Campanilla, me contó que ella guardaba un cuchillo desde que era pequeña. Un recuerdo de la casa de sus padres. Un pequeño objeto al que le había cogido mucho cariño. Y me contó también que hace un par de años se le rompió el mango y que lo tuvo que llevar a un sitio para que le pusieran otro. Me dijo que el mango nuevo se parecía al original, pero que no era el mismo. Aún así pudo seguir usándolo.
Hasta que el mes pasado, la afilada hoja del cuchillo, de tan gastada, había terminado partiéndose. Así que había vuelto al sitio donde lo arreglaron la primera vez y le habían puesto también una hoja nueva.
Ahora el cuchillo cortaba muy bien, según Campanilla, pero ella dudaba de que siguiera siendo SU cuchillo.
Yo, la verdad, no entendí mucho lo que mi amiga me quería decir y atribuí lo extraño de la charla a algo que seguramente ella habría fumado.
Pero ayer, cuando me enteré de que se había divorciado, entendí todo.
Hasta que el mes pasado, la afilada hoja del cuchillo, de tan gastada, había terminado partiéndose. Así que había vuelto al sitio donde lo arreglaron la primera vez y le habían puesto también una hoja nueva.
Ahora el cuchillo cortaba muy bien, según Campanilla, pero ella dudaba de que siguiera siendo SU cuchillo.
Yo, la verdad, no entendí mucho lo que mi amiga me quería decir y atribuí lo extraño de la charla a algo que seguramente ella habría fumado.
Pero ayer, cuando me enteré de que se había divorciado, entendí todo.
8 comentarios
maray -
son -
kaperuzita -
Nuala -
Y tiene razón, ese cuchillo ya no es el mismo cuchillo, el cuchillo original. Pero sigue siendo su cuchillo. Simplemente ha cambiado.
Me encantan estas pequeñas parábolas tuyas, nadie. :)
Glassy -
En todo caso, me da mucha lástima lo de su cuchillo. Maridos, miles, cuchillos de la casa de sus padres, sólo uno que ya no existe.
la sombrilla insolada -
monica -
(v) i r e t a -