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Compartía departamento con tres hombres solos, como yo. A eso de las diez de la noche decidimos apagar la luz e intentar descansar. Pero no pasaron ni cinco minutos cuando empezó a escucharse una voz que decía:
-¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
Era uno de los viajeros que se quejaba de no poder soportar su sed, impidiéndonos dormir a todos los demás. Y siguió así, insistente y monótonamente, durante horas y horas.
-¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
Y ya resultaba tan molesta su queja, que uno de los hombres se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez y todos aliviados nos dispusimos a conciliar el sueño.
Pero transcurrieron unos minutos y la misma voz comenzó a decir:
--¡Ay, qué sed tenía! ¡Pero que sed tenía!
Y así hasta que se hizo de día.
1 comentario
matt -
oye , los dibujitos los haces tu?
me molan